Como todo en la vida, las formas de expresión de la sociedad también registran cambios, se transforman y adaptan a las variantes que la propia dinámica social, política, económica y cultura van estableciendo como parte natural de la vida en sociedad.
Las regímenes antidemocráticos y dictatoriales han llevado a grupos de la sociedad civil a manifestar su descontento frente al abuso, la desigualdad y la injusticia. Esas expresiones han ido desde las protestas pacíficas (muchas de las cuáles han sido desvirtuadas y cuestionadas a causa de la infiltración de grupos violentos) hasta el extremo de producir revoluciones armadas cuando los cauces institucionales se han agotado y los gobiernos reprimen y cierran cualquier vía de diálogo para encontrar soluciones a las demandas no satisfechas de la población.
En las décadas de los sesenta, setenta, ochenta y parte de los noventa, en México gran parte de las manifestaciones de protesta se daban en las calles para exigir respuestas a cualquier cantidad de demandas: condiciones equitativas para la democracia político-electoral, mejoras en la educación, respeto a los derechos humanos, salarios dignos y cumplimiento a las garantías laborales, impartición de justicia sin distingos, respeto al medio ambiente, etc.).
Conforme han avanzado la ciencia y la técnica, las formas de protesta social han venido cambiando, y no es que las manifestaciones en calles y plazas se hayan acabado (sólo han disminuido en cantidad e intensidad), es que los grupos civiles insatisfechos han encontrado nuevos causes para convocar a la ciudadanía a que exija a los poderes, públicos y privados, el cumplimiento de la ley y el respeto a los derechos (en ocasiones los más elementales) de las personas, sin necesidad de recurrir a las formas tradicionales.
El uso de las nuevas tecnologías, en particular las redes sociales, y de plataformas como avaaz.org y change.org, han permitido crear nuevas formas de comunicación y de protesta social frente a las que tradicionalmente han estado controladas por el régimen y por los grandes medios de comunicación, que no permitían una amplia interacción entre los ciudadanos, algo que desde hace algunos años es posible. La comunicación vía redes sociales sirvió de instrumento para la caída de los gobierno de Hosni Mubarak en Egipto, Mohamed Bouazizi en Túnez y Muamar Gadafi en Libia, en lo que se conoció como la Primavera Árabe. Las redes sociales y otras plataformas de interacción en internet han facilitado la construcción de redes ciudadanas que hoy ejercen en todo el mundo fuertes presiones a los sistemas injustos y antidemocráticos que han perdido parte del control sobre los canales de comunicación social.
En México, un importante caso de éxito (no es el único) en el que las redes sociales jugaron un papel destacado fue el de la recolección de firmas para que el Senado de la República aceptara ingresar, estudiar y en su caos aprobar la llamada de Ley 3 de 3 contra la corrupción, una iniciativa cien por ciento ciudadana que cuadruplicó el número de firmas requeridas para ser aceptada como tal (634 mil de 120 que se necesitaban de acuerdo a la ley).
Y como bien lo señala al respecto el politólogo Jesús Silva Herzog Márquez, "lo que aparece hoy ante nosotros es una expresión distinta de la sociedad civil. No se esmera en la movilización del descontento sino en la coordinación de la propuesta. No aparece como el desfile de hostilidades sino como una coalición de convicciones comprometida con los remedios. Más allá de lo que suceda en el Congreso, lo que quedó demostrado en estos días fue la capacidad de una red de organizaciones sociales para transformar la indignación en proyecto. Tiene fuentes de independencia, instrumentos de comunicación directa con la gente, vínculos con el mundo, ideas, liderazgo y ambición. Si hay algo nuevo en México está ahí".
Las redes sociales y otras plataformas en internet son para los ciudadanos y el ejemplo de la Ley 3 de 3 debe servirnos para empujar y presionar a través de ellas a los gobiernos en México, a efecto de lograr las verdaderas transformaciones que requiere el país, no las que quiere imponer el régimen con una alta dosis de simulación.