El gobierno necesita la infraestructura y la plataforma tecnológica de las casas de bolsa para manejar a través de ellas el nuevo esquema cambiario. Ante esa necesidad puso en práctica una nueva modalidad de expropiación de manera sencilla: se decreta una intervención absolutamente intempestiva y se nombran unos interventores para dirigirlas. Así se apoderan de ellas y las ponen a su servicio sin siquiera tener que pensar en las formalidades de la indemnización. Todo absolutamente legal, aunque se trate de una farsa.
Pero el asunto no muere allí, porque lo peor está por venir: el fraude masivo que se le hará a los venezolanos a través, precisamente, del nuevo esquema cambiario. Creo que sin ambages se le puede dar el nombre que le dieron en Argentina: el corralito.
El corralito en Argentina fue decretado brutalmente, como también fue en su oportunidad su dictadura. Consistió en la prohibición directa de movilizar, por encima de un monto mínimo, las cuentas bancarias personales y empresariales. El corralito venezolano, difuso como la dictadura que nos manda, se disfraza tras una verborrea que pretende inculpar a las casas de bolsa y al imperialismo de sus propios desmanes económicos y financieros.
Cuando esté en vigor nuestro corralito, un ciudadano que, por ejemplo, venda una casa, tenga sus bolívares y quiera comprar unos dólares como hacía según el esquema derogado ya no podrá hacerlo. Este tinglado lo montaron precisamente para que cuando quiera dólares, y se presente en el Banco Central con sus bolívares, operen trabas, discriminaciones y prohibiciones que imposibiliten el cambio.
Si ese ciudadano pone sus bolívares en su cuenta bancaria, los verá mermar a diario con tasas de ahorro negativas.
Si los invierte en un negocio cualquiera, se expone a que se lo confisquen caprichosamente, se lo invadan o se lo afecten de cualquier manera, en el curso de alguna de las acciones revolucionarias dirigidas a acabar con el capitalismo mundial. Si lo guarda bajo el colchón se expone al robo, al secuestro express u otro delito. La única salida: el mercado negro de divisas con precios terroríficos.
Si esto no es un corralito, hay que admitirlo, se parece que jode.
Como corolario de esta política predatoria, y justificación de las confiscaciones, el gobierno decidió encarcelar a varios accionistas y directivos de casas de bolsa. Lo lamento mucho por ellos y sus familias. Lo lamento, en particular, por mis amigos Herman Sifontes, director de Econoinvest, Ernesto Rangel y Miguel Osío.
Espero que esta injusticia se borre pronto y vuelvan a sus hogares, con sus familias, y a sus trabajos, donde Venezuela los necesita.