“De las palabras debe pasar la firmeza a la conducta. No se cansaban los estoicos de recordar el gesto firme del senador Helvidio Prisco. Pidióle un día Vespasiano que no fuera al Senado, para que su austera palabra no perturbara sus planes.
_ Está en vuestras manos quitarme el cargo, pero mientras sea senador no faltaré al Senado.
_ Si vais - repuso el emperador -, será para callar vuestra opinión.
_ No me pidáis opinión y callaré.
_ Pero si estáis presente no puedo dejar de pedírosla.
_ Y yo no puedo dejar de decir lo que creo justo.
_ Pero si lo decís os haré morir...
_ Los dos haremos lo que está en nuestra conciencia y depende de nosotros. Yo diré la verdad y el pueblo os despreciará. Vos me haréis morir y yo sufriré la muerte sin quejarme. ¿Acaso os he dicho que soy inmortal?...” (
Ingenieros, José: Las Fuerzas Morales” pág. 63.)