Nunca dormía con las demás amantes. Cuando iba a verlas a sus casas, la cuestión era sencilla,
podía irse cuando quería. Peor era cuando ellas estaban en casa de él y había que explicarles que a
medianoche debía llevarlas a sus casas porque tenía problemas de insomnio y era incapaz de dormir en
la inmediata proximidad de otra persona. Aquello no estaba muy lejos de la verdad, pero la causa
principal era peor y no se atrevía a contársela: en el mismo momento en que terminaba el acto amoroso
sentía un deseo insuperable de quedarse solo; despertarse en medio de la noche junto a una persona
extraña le desagradaba; levantarse por la mañana junto con alguien le producía rechazo; no tenía ganas
de que nadie oyese cómo se limpiaba los dientes en el cuarto de baño y la intimidad del desayuno para
dos no le atraía.