@bearicoactriz Como lo prometido es deuda, aquí dejo mi crítica a la obra #mejorviudaquemalcasada ... Espero te guste y os invite un poco más al resto para ir.
Y allí estaba yo, sentado en la butaca 5 de la fila 3 en el patio de butacas del Teatro Arenal. Dicen que la soledad te invita a descubrir con mayor asiduidad los pequeños placeres de la vida, que francamente son muchos aunque pasen demasiado tiempo escondidos y no logremos encontrarlos. Reconozco que estaba algo nervioso, impaciente, con unas ganas inmensas de ver a Patricia en el escenario y poder descubrir si entre ella, Beatriz Rico y yo, había magia.
A eso de las 20:10 hizo su aparición Patricia, una mujer sensual, atrayente desde el primer instante. Pude sentir cómo mis mejillas comenzaron a resbalarse sin haber sido atacadas por ninguna palabra especialmente sexy o juguetona. Sus ojos te invitaban al doble o nada y tenía en su poder un rompecabezas de palabras que tenía que ir descubriendo según pasaban los segundos en la sala. Más bien, al cabo de una media hora, supe que no estaba en un patio de butacas cualquiera sino rozando el edén de una atmósfera llena de espontaneidad, picardía, cabarés jugueteando con la sensualidad... y de sueños, sobre todo de sueños: es lo que tenemos los soñadores, enseguida nos reconocemos.
Porque Patricia no es una mujer normal. Está hecha de mucho trabajo, horas de soledad, de buenos y no tan buenos momentos que a lo largo de su vida habrá tenido que lidiar. Eso lo pude descubrir después con Beatriz, la actriz. Nos habló de una forma tan cercana y directa, con esa piel que rebosaba sinceridad y dureza, pero también de momentos tan tiernos y familiares que casi hacen que me emocionen.
- "Aquí Beatriz sí fuiste tú la cabrona y no Patricia o su hermana... :D"
Luego descaradamente se atrevió a salir nuevamente Patricia, su personaje, para volvernos a inyectar azúcar en nuestras mejillas y terminar de producirnos ese tipo de agujetas que tanto nos gustan.
A la salida no fue posible saludarla pero, entre sueños, twitter y bastidores, tengo la impresión de haberlo hecho. Y así me fui de allí, teniendo la sensación de haber sobrevolado la ciudad de las Sonrisas... hasta que desperté al llegar a mi coche, con una sutil multa, aunque ya podría ser algún sobre, de 90 euros tocando el filo del limpiaparabrisas. Claro que esto ya es otra historia.
Sólo una cosa más: la magia... existió, como no podría ser de otra manera.